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A balazo limpio: Antonio Ruiz Munuera responde a nuestro cuestionario.

¿Qué tiene la novela negra para haber llegado hasta el favoritismo de los lectores?

Tiene lo que la vida misma: emociones y las dos caras de todo individuo, el bien y el mal, que no siempre están bajo nuestro control de sapiens civilizado. A veces se escapa el Neandertal que se esconde entre nuestros genes de chicos buenos.


  • ¿No correremos el riesgo de saturarnos todos y agotar el género?

El género policiaco estará vivo mientras que detrás de sus tópicos se esconda un argumento bien narrado. A veces no hace falta tanto adorno para contar una buena historia.


  • ¿Usted se sintió desde siempre atraído por este género?

Me siento atraído por la literatura que me atrapa, la que despierta una tensión por resolver algo. Un thriller, una novela de terror. El género negro también.


  • Ahora que han pasado algunas décadas de expansión, ¿se atrevería a valorar la evolución que ha tenido el género en España?

Por mi experiencia, más como lector que como escritor, creo que la novela negra no ha evolucionado. Siempre ha estado ahí, con lectores entregados y fieles al género. Lo único que ha ocurrido es que ha corrido la voz. Cada día hay más conversos.


  • Elija a un personaje y a un autor del género a quienes les hubiese gustado conocer.

Me hubiera gustado conocer a Roy Cody, el matón de Nic Pizzolatto en Galveston.


- ¿Y qué le ha traído a participar en estas jornadas, qué espera de Cartagena Negra?

Cartagena Negra es una ventana abierta a lo que todo escritor puede desear: contacto con lectores apasionados y aprendizaje de autores que son referentes literarios. Y bien envuelta en el mejor papel de regalo: una preciosa ciudad.


  • ¿Cuáles son sus armas y métodos preferidos a la hora de matar?

Uff. No soy un matador demasiado ortodoxo. Pero de tener que elegir uno, me decanto por los espacios abiertos. Un deceso ambientado en un bonito escenario. Con arma blanca y silenciosa. En un monumento, un río, un paisaje que le dé su puntito lírico. De haber sabido entenderme con la métrica igual hubiera sido poeta.


  • Ahora una complicada: elija algún personaje real para quitar de en medio y justifique el crimen, claro.

Una justificación, si hay que buscarla, es el añejo argumento de la venganza. Ahí cabe casi todo, dependiendo de lo dolido que se pueda sentir uno: vengarse de un rival en amores, del canalla que hizo daño a un ser querido, del vecino que lleva a su perro a defecar en tu puerta… Yo, particularmente, me cargaría a cierto profesor de fisiología de la universidad. Pero en el fondo soy un cobarde. Hace falta mucho valor para vengarse como Dios manda. Por eso lo hago en la ficción. Es un atajo que satisface esas tendencias tan incorrectas.

¿Cómo podemos valorar el papel de la mujer en la novela negra actual?

Afortunadamente, brillantísimo. Solo hay que reparar en monstruos de la narrativa actual como Alicia Giménez Bartlett, Carme Riera o Fred Vargas.


  • En su novela Ojo de pez se va usted hasta los años 80, ¿le parece una época más atractiva que la actual?

La veo como más novelesca. Fácil de entrar. Los malos de antes eran más de fiar que los actuales. En nuestros días no dan la cara, escondidos detrás de cuentas opacas, testaferrros e inviolabilidades legales por razón de cuna.

  • ¿Los destrozos medioambientales son un buen motivo para cometer un asesinato?

Los destrozos medioambientales, además de un indicador de la estupidez humana, son una herramienta para conseguir lo que siempre ha movido al hombre occidental: el dinero. Pero no lo hacen porque sean estrictamente malos. Los mueve la avaricia.


  • ¿Qué planes tiene ahora en el tintero Antonio Ruiz Munuera?

Estoy terminando de hornear una segunda entrega del inspector Lucas Daireh y algunos otros personajes que cobraron vida en Ojo de Pez. En principio no iba a ser así, pero muchos lectores y algunos buenos amigos escritores -cuyo criterio lo es todo para mí- me animaron a darles otra oportunidad. Después de ella dejaré que me asalte una nueva historia y seguiré escribiendo. Sin prisas. Pero no renuncio a ningún género, excepto el romántico. Soy poco ducho en esas artes. Mi madre decía que no soy muy besucón.

  • Ofrézcale algún consejo al lector de novela negra.

Que no se quede en los libros que exhiben los escaparates de las librerías, los que se anuncian en televisión con grandes campañas de marketing. Cerca de ellos, camuflados en las estanterías y solo con el lomo visible, se esconden increíbles historias de autores por descubrir. Y si tienen dudas… que vayan a las fuentes. A Cartagena Negra, por ejemplo.

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