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Por cinco razones; así son las novelas finalistas de Cartagena Negra

CINCO RAZONES PARA UN PREMIO

Cinco son los años que han pasado desde que celebramos la primera edición de nuestras jornadas, y en aquellos momentos ni soñábamos con la repercusión que iban a tener, y mucho menos con la posibilidad de contar con un premio de novela. Cinco años después, no tenemos uno sino dos, vamos ya por la cuarta edición del premio Cartagena Negra, y por la segunda de la modalidad Icue Negro, dedicada a autores debutantes en el género.

Cinco son este año también los finalistas, cinco novelas llenas de fuerza y cinco creadores que han echado el resto en cada una de sus tramas, y que se han emocionado tanto o más que los propios organizadores cuando han sabido que sus novelas optaban al premio.

Tal vez el cinco sea nuestro mejor símbolo, cabalísticamente se asocia a la libertad, y no hay bien mayor cuando se trata de hablar de literatura, no hay mayor ejercicio de libertad que el de construir una historia de la nada, dándole vida a sus personajes y conectando con las inquietudes del lector, al tiempo que se le ofrece y analiza un trocito de realidad, como suele hacer la novela negra.

En este quinteto vamos a encontrar un poco de todo, pero el lector curioso puede estar seguro de que no va a sentirse decepcionado, puesto que los hombres y mujeres que pueblan sus páginas, más o menos felices, más o menos torturados, son luchadores que no van a renunciar a cumplir aquello que se han propuesto, llámese resolver un crimen, encontrar a algún desaparecido, o simplemente sobrevivir en el peor de los ambientes.

Domingo Villar nos trae de nuevo a Leo Caldas en El último barco, empeñado en encontrar a Mónica Andrade, una joven desaparecida, mientras se mueve por el paisaje de Vigo, moroso y calmado, acompañado por sus dos principales bastiones, el irreductible Estévez y su padre, pintado siempre con una personalidad más que atrayente.

Otro gallo le canta a Toni Trinidad, de la mano de Marto Pariente en La cordura del idiota, que tiene que sobrevivir entre su hematofobia, la compleja personalidad de su hermana, y un ambiente rural en el que la sombra del Colmenero, un poderoso narcotraficante, parece inundarlo todo. Una atmósfera

dura, densa y agobiante, que nos devuelve en muchos momentos a la esencia de la primitiva novela negra.

La obsesión de Tresser, sobre la que se basa la novela de Inés Plana, Antes mueren los que no aman, pivota en torno a Luba, otra joven desaparecida, que ha logrado huir del infierno de la trata, y a la que el guardia civil lucha por encontrar, por darle una salida, por darle la vida que otros le han hurtado. En esa búsqueda constante tendrá que lidiar con un crimen cometido en mitad de la crisis económica, y cuya responsable también ha desaparecido.

El caso de Daniel Fopiani y La melodía de la oscuridad sin duda sorprenderá al lector, pues se va a encontrar con otro miembro de la benemérita, esta vez retirado, y que sigue siendo un buen investigador a pesar de su ceguera. La manera en la que Adriano percibe el mundo es toda una delicia para quien avance por sus páginas, eso sí, con cuidado porque están habitadas por un brutal asesino.

Para finalizar, y volviendo a la esencia dura del lumpen y la marginalidad, Claudio Cerdán se ha marcado un terrible universo en el Madrid más corrupto en Los señores del humo, donde tres criaturas, un mercenario, un psicópata y un policía dolorido y al borde de la jubilación, lidiarán con alguien que se dedica a cortar cabezas.

Cinco buenas razones para seguir siendo fieles al género, cinco novelas con mayúsculas, cinco ganadores pase lo que pase en septiembre, cuyo premio nos lo han dado ellos a los lectores. Honremos al número cinco, porque este año sin duda lo merece.

Antonio Parra 2020

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